EXPERIENCIAS DEL MARATÓN DE SAN SEBASTIÁN.
42KM 195MT DE ILUSIÓN Y SUFRIMIENTO.
Después de 13 semanas de intensa y dura preparación y tras disputar tres medias maratones, llegó el fin de semana deseado, el fin de semana del maratón de San Sebastián.
El viernes, partimos hacia la capital de Guipúzcoa, con las maletas llenas de ilusión y con la meta de superar con nota, la mítica distancia de los 42195 metros. Para quien haya corrido alguna vez el maratón, sabe que es una empresa complicada y que cualquier mínimo detalle, antes o durante la carrera, puede llevar al traste toda la preparación de meses, porque el famoso muro y el cansancio extremo de los últimos kilómetros son difíciles de superar, por lo que solo con llegar a meta, se puede considerar un éxito.
El sábado por la mañana, salí a descargar un poco las piernas y a recoger los dorsales de la carrera al complejo deportivo de Anoeta, el complejo deportivo de la Real Sociedad, compuesto de un campo de fútbol con pista de atletismo, donde juega la Real Sociedad y donde está la línea de meta, un miniestadio, también con pista de atletismo, velódromo, pabellón de artes marciales, pabellón de baloncesto… Me acordé mucho de mi amigo Chiky y de nuestro vecino y amigo el “gallo”, ambos fervientes seguidores de la Real.
Al llegar al hotel y después de una confortable ducha, bajamos al comedor a desayunar, ya con nuestro amigo José “el vivi”, la Tita y David, los cuales llegaron el viernes de madrugada. Después de coger fuerzas, nos dispusimos a pasar una mañana de turismo por la preciosa y bonita ciudad de San Sebastián. Recorrimos su casco viejo, su majestuosa playa de la Concha, sus rompeolas, sus monumentos, sus plazas… con la gran sorpresa de encontrarnos con el gran Fermín Cacho, el mejor atleta español de todos los tiempos, entre otras cosas, campeón olímpico de 1500 en Barcelona 92, después de conversar con él y darnos suerte para la carrera seguimos con nuestra visita turística. Enseguida nos dieron la 15.30h y nos fuimos a comer. Al estar hospedados en hoteles de la organización, comimos el menú maratón, tanto los que corríamos como los que no, compuesto de ensalada, pasta y entrecot, con un estupendo helado y un café reparador.
El domingo tocó pronto el despertador y a las 06.30 horas de la mañana, estábamos en el restaurante desayunando junto con un gran número de atletas. Había que comer e hidratarnos lo máximo posible para el gran esfuerzo que íbamos a realizar.
El miedo que teníamos días antes de la carrera, era el tiempo que íbamos a tener el domingo. Las previsiones no eran alentadoras, con un 90% de probabilidad de lluvia y un viento próximo a los 35km/h. Toda la noche estuvo lloviendo sin parar y al levantarnos, nos temíamos lo peor, pero al bajar de las habitaciones a desayunar la lluvia empezó a dejar. La temperatura fue ideal, entre 8 y 10 grados, el viento solo era fuerte durante los kilómetros que transcurrían por la playa y la lluvia apareció pasadas las dos horas y media.
Sobre las 07.30h, nos fuimos hacia el complejo deportivo de Anoeta. Nuestro hotel al ser de la organización, estaba situado a 500mt de la salida. Nos dirigimos hacia el velódromo, donde estaban las taquillas y las duchas y nos cambiamos. Se olía entre todos los atletas, los nervios propios del maratón, las cosquillas en el estómago, las preguntas de cómo voy a responder, si la lluvia y el viento nos iban a dejar hacer nuestras marcas,…Al estar el cielo muy nublado y con bajas temperaturas, salimos a correr con un chubasquero para protegernos del frio y de la lluvia.
Desde el velódromo, salimos a hacer un pequeño calentamiento en el miniestadio situado justo en frente del velódromo, en la pista de atletismo, junto a nosotros cientos de atletas con la misma ilusión y las mismas ganas, dándonos ánimos y consultando la estrategia a seguir (si salir conservador hasta la media maratón, si salir alegre porque voy muy bien preparado,…).
Después de unos 10 minutos de trote cochinero, partimos hacia la salida, situada en la Avenida de Madrid, justo al lado del estadio de Anoeta. Tres mil personas conversando, andando, animados, ilusionados ante el reto que se nos avecinaba, tres mil personas con el mismo objetivo, terminar el maratón y cada uno dentro de sus posibilidades, mejorar sus marcas y dentro del sufrimiento que acarrea la distancia intentar disfrutar de la ciudad, recorrer sus calles corriendo, sin tráfico, siendo los atletas los auténticos reyes del asfalto, pero desgraciadamente muchos de esos tres mil atletas no llegaron a la meta.
En la salida, a lo largo de la avenida, se disponían liebres con carteles de los tiempos que iban a conseguir y cada uno según sus objetivos se ponía al lado de ellas. Yo me coloqué entre la liebre de las 3 horas y la de las 3h15m. Después de darnos un fuerte abrazo y desearnos suerte José y yo comenzamos la prueba.
Al comienzo el ritmo no es muy alto, todos los atletas estamos muy apretados y hasta que no pasan unos kilómetros no empezamos a coger la velocidad de crucero. Tuve dudas antes de la carrera, pero decidí llevar un ritmo para pasar por el medio maratón en 1h32m y luego que el cuerpo me llevara en la segunda mitad a un ritmo no inferior de las 1h38m, ya que me marcaba bajar de las 3h10m, intentando bajar mi marca de 3h18m de forma considerable, porque mi preparación durante las trece semanas anteriores fue muy buena, batiendo en dos veces mi marca de medio maratón y dejándola en 1h25m.
Los primeros kilómetros transcurren con la alegría del inicio y con la prudencia de saber que los excesos luego al final se pagan y que el “tío del mazo” (nombre que los maratonianos ponemos cuando te da una pájara o desfallecimiento por el esfuerzo o por cualquier otro motivo) al final te sacude. La primera carga emotiva fue la primera vez que entramos al estadio de Anoeta, pasamos por el lado norte, cruzando todo el estadio por la pista de atletismo y salimos a la calle por el lado sur. Debo decir que el maratón consistía en una vuelta de 5 km por los alrededores de Anoeta y dos vueltas de 18´5km recorriendo toda la ciudad.
Al salir del estadio, ya teníamos la velocidad de crucero y las piernas respondían perfectamente, así transcurrimos hasta el kilómetro 10. El kilómetro 10, es el primer punto psicológico de la carrera, hemos recorrido los primeros 10000 metros y es donde verdaderamente empieza el maratón. Hasta aquí hemos ido alegres, disfrutando de la gente y de la ciudad y es a partir de ahora cuando comienza la batalla. El maratón no sólo es una guerra física, sino que también es una guerra psicológica, mantener la cabeza fría y sin desánimo durante tantas horas y kilómetros es muy difícil, porque siempre hay momentos de flaqueza, en los que las piernas no funcionan y es la cabeza la que tiene que tirar de ellas.
Tengo que decir, que este es el maratón más ”profesional” que he corrido, aquí hay tiempos de paso a lo largo de la carrera, que si no llegas a una hora determinada, quedas eliminado, por ejemplo, el tope para llegar a meta son 4h30m, cuando en otros maratones como el de Madrid, Benidorm…la gente puede llegar en 5 o 6 horas. También he de decir, que es el maratón más rápido de España, siempre que las condiciones climatológicas acompañen y que la gente se acerca a San Sebastián a hacer marcas personales.
Del kilómetro 10 al 15, no hay ningún sobresalto, excepto los kilómetros que transcurren por la playa, donde el viento se hace muy fuerte y tenemos que hacer un esfuerzo adicional, pero donde disfrutamos de la incomparable playa de la Concha, con las olas rompiendo en las rocas y con un mar enfurecido por el fuerte viento de la mañana. También destacar, el gran apoyo de la ciudad, animando sin parar a los corredores, sobre todo al pasar por el casco viejo, donde se agolpaban cientos de personas, alentándote con palabras de ánimo, que sobre todo en la última vuelta te levantaban la moral.
Al llegar al kilómetro 15, cogimos la botella de rigor y nos hidratamos con cuidado, para que el agua no se nos fuera para otro lado. Hay que decir, que en cada 5km, disponíamos de avituallamiento, con agua, aquarius y fruta. La hidratación es fundamental en el maratón, porque se lleva al cuerpo a esfuerzos extremos y si no te hidratas lo suficiente, en el tramo final, seguro que muscularmente te pasa factura y el tío del mazo no perdona a nadie.
La fase más sosa del maratón, transcurre hasta el kilómetro 20, donde el cuerpo responde perfectamente y la sensación de euforia de los primeros 10 kilómetros ha pasado y nos centramos en la llegada del ansiado paso del medio maratón.
EL paso del kilómetro 21 se nos pasa inadvertido, porque en apenas 97metros, cruzamos ante la enorme pancarta que indica la media maratón (21.097 metros). En cuanto pasamos por debajo, todo el mundo dirige su mirada al reloj y se empieza a hacer cuentas, nuestra mente a partir de ahora funcionará como una calculadora, comienza la cuenta atrás y veremos si de verdad podemos lograr nuestros objetivos. Pasamos con el tiempo programado, 1h32minutos, justo lo que teníamos pensado, iba como un reloj y lo notaba en las piernas, podía haber ido más rápido, pero creo que la táctica era la buena. Mi objetivo, aunque muy ambicioso era bajar de las 3h10m y con este tiempo de medio maratón, tenía un margen para la segunda media maratón de 1h38m. Ahora mi mente pensaba en aguantar el ritmo hasta el kilómetro 30 y después que fuera lo que Dios quiera.
Volvemos a pasar por el estadio de Anoeta, es el kilómetro 23 y la gente ya no pasa tan contenta como en el primer paso. Salimos del estadio y ya solo nos queda la última vuelta, nos preparamos para sufrir, solo quedan 18 kilómetros y la vuelta de honor de la pista de atletismo. Al salir del estadio, me desprendo del chubasquero que llevaba y me quedo con la camiseta de tirantes del Club. La temperatura es de 8 a 10 grados y aunque hace un poco de rasca se lleva bien.
Volvemos a pasar por la playa, el viento es más fuerte y cuando te da de cara, se nota en las piernas, las cuales empiezan a notar el esfuerzo realizado, ahora me acuerdo del chubasquero, me hubiera protegido del viento. Sigo manteniendo los tiempos, son un poco más elevados pero sigo en la media, saco la calculadora y espero hacer las 3h10m.
Llegamos al kilómetro 30, un punto psicológico fundamental, casi las tres cuartas partes de la carrera, un punto donde entrenando se pasa pocas veces, yo concretamente he realizado dos tandas largas de 32 y 36 km, para este maratón a trote cochinero y durante 3h15m, pero no es lo normal. En el 30, empiezo a notar el cansancio físico, aunque el psíquico va bien y me animo constantemente al ver que los tiempos son muy buenos, pero se acerca el temido muro, es decir, entre los 32 y 35 km y donde el tío del mazo te espera sin piedad y empieza a hacer de las suyas a todos los atletas. Por mucho que entrenemos nunca sabemos como va a responder el cuerpo en los últimos kilómetros y si conseguiremos nuestras metas. Decir que hasta los profesionales se retiran y eso que solo se dedican a correr, por lo que solo con terminar un maratón es un gran triunfo.
Me dan una botella de agua y vuelvo a beber, el ritual de siempre, intentar beber sin atragantarte, sin que te de flato, sin pisar ninguna botella y seguir con el ritmo. Durante los entrenamientos largos, he estado entrenando el beber agua, siempre que corría más de 20km. Me ponía agua cada 5km y practicaba como beber para hacerlo correctamente. Yo nunca bebo agua en carreras cortas, ni en medias maratones, pero sabía que aquí si quería conseguir un buen resultado, tenía que hidratarme en todos los avituallamientos, porque luego los músculos me pasarían factura.
En el kilómetro 32, tuve mi primer momento de flaqueza fuerte, de fatiga física y psíquica, ya solo quedaban 10km y se me hicieron cortos al principio, pero enseguida pensé, madre mía, todavía 10000mt, menuda eternidad. A partir de ahora, si que empieza de verdad la cuenta atrás, 10,9,8,7….En el otro lado de la carrera, vi la bici que marcaba el tiempo de las 3 horas a un grupo de atletas y me di cuenta que la distancia era la que yo quería, a ver si daba la vuelta pronto en la rotonda y podía ver la bici y el grupo de las 3h15m. Efectivamente en cuanto giré la rotonda, al cabo de unos metros, vi al grupo de 3h15m y como dice mi amigo David “me vine arriba en banderillas”, me dio un subidón y vi que estaba en medio de los dos grupos y que efectivamente iba para marcar y de qué manera los objetivos, aunque ambiciosos, previstos.
El ritmo es cansino, la gente está cansada y ya nos encontramos con frecuencia gente andando, con las manos en los gemelos, en los cuádriceps,… el “tío del mazo” se estaba poniendo las botas. Estoy en el kilómetro 35 y vuelvo a coger agua. La gente ya no se abalanza a por las botellas, porque simplemente está cansada. Empieza a llover, la lluvia que nos ha respetado hasta ahora, empieza a aparecer, aunque de forma muy leve, casi hasta se agradece. Pero aparece detrás de mí, el “tío del mazo”, esperando su oportunidad, esperando para asestar el golpe de gracia.
Ya solo quedan 7 km, veo el tiempo del último kilómetro y veo que si no pasa nada raro, bajaré de las 3h10m. Saco fuerzas y me propongo a dar el último empujón. Me siento bien aunque profundamente cansado, pero veo que voy adelantando a mucha gente que iba en el grupo de las 3 horas y que ya van andando o muy lentos. Sigo viendo el reloj y paso por el kilómetro 37, los tiempos se mantienen, aunque más lentos, nos acercamos al casco viejo y la gente se amontona en las aceras, ¡Aúpa, aúpa! No paran de animar, que energía, sin conocerte te alientan sin parar, te dan ánimos, se te ponen los pelos de punta y les devuelves los aplausos, aunque con un simple levantamiento de los pulgares y una sonrisa, no tienes fuerzas para más. La gente de San Sebastián se vuelca con el maratón, me recordó el de Madrid, cuando vas por la calle Fuencarral, bajas por la Montera y pasas por la puerta del Sol, ante miles de personas que nos aclaman como héroes, te sientes como en una nube y les das las gracias, que bonito es el atletismo y el sufrir durante tantos entrenamientos con lluvia, frío, calor,.. solo por esos momentos, merece todo la pena.
Kilómetro 38, ¡Qué cansado estoy! No sé si podré aguantar el ritmo, quiero bajar el ritmo, que ganas tengo de pararme y andar, pero no puedo, si paro soy hombre muerto. Me digo, vamos que solo quedan 4km, que pronto ves el estadio, pienso en Mariajo y Raúl, que me están esperando en la tribuna y en Mario que está en Villamayor, tengo que llegar por ellos, se pondrán muy contentos, que la preparación de 13 semanas está logrando sus frutos, que lo voy a conseguir y aprieto los dientes y sigo para la meta.
Entramos en el complejo de Anoeta, estamos en el kilómetro 40, que poco queda y que largo se hace. Los últimos kilómetros se hacen interminables, la gente nos anima, ¡Aúpa chavales! Que solo quedan 2 kilómetros, que lo tenéis chupado, que el estadio esta al llegar, no bajéis los brazos. Todo eso lo entendemos, pero también nos animan en vasco y no sabemos lo que dicen, pero nos da igual, porque su aliento nos anima.
Llegamos al estadio y lo bordeamos, también llegamos al velódromo y damos la vuelta al miniestadio por fuera, pasamos el kilómetro 41, ya solo queda uno, esto está chupado, nos vamos emocionando, recordando todo el sufrimiento, las horas de entrenamiento, las carreras de preparación y todo para terminar, lo vamos a conseguir, veo por última vez el reloj y compruebo que voy a bajar de las 3h10. Entro al estadio, que emoción, miro a la tribuna, hay miles de personas y está llena, familias y amigos animando a sus seres queridos, se me ponen los pelos de punta, voy corriendo por la pista de atletismo, solo quedan 200metros, el campo de la Real Sociedad y no hay fútbol, vienen a vernos a nosotros unos héroes anónimos a los que solo nos gusta correr. Llego a la recta de meta y miro a la tribuna, veo a Raúl y Mariajo, ¡Qué alegría! Voy flotando, levanto los brazos, se me caen las lágrimas, los miro y les mando besos, los veo muy contentos, que tiempazo, paso por el arco de meta y paro el reloj, 3h08m44s, objetivo superado lo he conseguido, he bajado 10 minutos mi anterior marca. No me lo podía creer, estoy muy emocionado, cansado, llorando de alegría, he terminado, lo he logrado.
Pasada la meta, todos nos felicitamos, descansamos, las voluntarias nos quitan el chip y nos dan una especie de manta de plástico térmica, para combatir el frío y la humedad, y para que no nos quedemos helados. La organización se vuelca con nosotros. Llego muy cansado pero fresco a la meta, se me nota en la cara, tengo alegría y satisfacción, me acerco a la tribuna a saludar a los míos, Raúl, Mariajo, la Tita y David, me hacen fotos, hablamos, les veo contentos, me ven feliz. Me despido y me voy al velódromo, ¡Cómo se agradece una ducha caliente!.
La satisfacción que se tiene al terminar un maratón, es inigualable, es diferente a cualquier otra carrera. Es la carrera suprema, la que todo atleta tiene que hacer alguna vez en su vida, es el sufrimiento convertido en alegría, emoción, orgullo, sacrificio, compañerismo, dedicación, voluntad, perseverancia,…Terminado el maratón, ya estamos pensando en el siguiente. Los maratonianos somos de otra pasta, una pasta especial.
No querría terminar esta crónica, sin destacar a mi gran amigo, compañero y atleta José el “vivi”, es de una clase especial, también terminó el maratón y con un tiempo excelente, aunque no hizo marca, porque el tío del mazo le sacudió en el kilómetro 38. El maratón a veces es así de cruel y hasta que no pisas la línea de meta, no puedes lanzar las campanas al vuelo. Qué gran fin de semana pasamos. Con gente como José, da gusta correr y entrenar, que grande eres.
De nuevo, el nombre de Villamayor de Santiago, es conocido por toda la geografía española. Es un orgullo, representar al Club Atletismo Villamayor y por ende a nuestro querido pueblo.
Termino esta narración de mi experiencia, dando las gracias a todos los que nos aguantáis durante la preparación de una maratón, son muchos días y muchas horas, con días de buen y mal humor, cansancio físico y también psíquico, a familia y amigos, pero sobre todo a nuestras mujeres, las cuales sufren más que nosotros y que sin ellas, nada podríamos hacer. Muchas gracias a Mariajo y a la Tita, sois las mejores, os queremos mucho.
RAÚL VIANA MARTÍNEZ